
Caligrafía redonda minúscula, siglo XVIII.
Caligrafía redonda minúscula, siglo XVIII.
«Para significar imposibilidad o incongruencia, Virgilio habló de encastar caballos con grifos. […] Con el tiempo, la locución «Cruzar grifos con caballos» llegó a ser proverbial; a principios del siglo XVI, Ludovico Ariosto la recordó e inventó al Hipogrifo.
Águila y león conviven en el grifo de los antiguos; caballo y grifo en el Hipogrifo ariotesco, que es un monstruo o una imaginación de segundo grado».
Fuente: BORGES, Jorge Luis. El libro de los seres imaginarios. Barcelona: Bruguera, 1986, p. 118.
Imagen: DERMOT POWER. «Hipogrifo volando», 2002. Diseño del hipogrifo Buckbeak, creado para la película El prisionero de Azkaban.
«En la génesis de la idea mítica del dragón pudo intervenir el asombro al descubrir restos de monstruos antediluvianos. […]
En la Edad Media, y en Occidente, los dragones tienen el busto y las patas de águila, el cuerpo de enorme serpiente, alas de murciélago y la cola terminada en dardo y vuelta sobre sí misma. […]
La asociación dragón-rayo-lluvia-fecundidad es frecuente en los textos chinos arcaicos, por lo cual el animal fabuloso es el elemento de relación entre las aguas superiores y la tierra».
Parecen muy lejanos los tiempos en que los cielos abundaban en golondrinas y vencejos, hasta el punto que los niños los atrapaban al vuelo desde los balcones de sus casas.
Ahora, que son pocas las veces que nos alegran la vista y el oído con sus acrobacias y chillidos, hemos aprendido que cuando tienes un pájaro en la mano, lo que más vale es dejar que vuelva a volar.
Fotografía publicitaria del icono de la movida madrileña de los años 80 del siglo pasado, la fotógrafa Bárbara Allende Gil de Biedma, más conocida por su nombre artístico «Ouka Lele» o «Leele» a partir de 1999.
«—Ahí está la cosa, amiguito —dijo fatigadamente— […] helábamos aquel agua caliente tan endiabladamente aprisa que el hielo quedaba tibio todavía!»
«El Fisiólogo dice que el pelícano quiere mucho a sus hijos. Cuando nacen los polluelos, en cuanto están algo crecidos, golpean a sus padres en el rostro. Éstos les golpean a su vez, matándolos. Pero los padres empiezan entonces a afligirse por sus hijos, y después de haberse lamentado durante tres días sobre los polluelos que han matado, la madre, al final del tercer día, se abre el costado y deja caer su sangre sobre los cuerpos muertos de los pequeños, y los despierta a la vida».
Las teorías que relacionan el aspecto de las personas con su personalidad son tan antiguas como la civilización, pero a partir de la Edad Moderna llegaron a desarrollarse como una pseudociencia, la Fisiognomía o Fisiognómica. Aunque parezca divertido comparar los rostros de personas con animales, o tratar de adivinar los pensamientos que se esconden tras los gestos, esta idea es intrínsecamente peligrosa. El análisis fisiognómico y la frenología se han utilizado como pruebas inculpatorias en juicios, y sirven de pretexto a los racismos más violentos.
Imagina peces con largas melenas, árboles nadando en el mar o plantas que llueven sobre sí mismas. Estos seres viven en el Codex Seraphinianus —una posmoderna vuelta de tuerca al Manuscrito Voynich—, que fue dibujado y escrito en un lenguaje imaginario por Luigi Serafini. O quizá, como nos cuenta Luigi, la verdadera autora fue una gata blanca; quién sabe.
Los «kamon» son los blasones heráldicos japoneses, semejantes a los escudos nobiliarios europeos. Por su abstracta simplicidad, parecen tan modernos que podrían confundirse fácilmente con logotipos o pictogramas contemporáneos. Quizá por esto mismo resulta especialmente necesario conocerlos para los amantes del diseño, y ya que estamos, disfrutar de su intemporal belleza.
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